PERO HOY hay en el mundo religioso
multitudes que creen estar trabajando para el establecimiento del reino de
Cristo como dominio temporal y terrenal. DESEAN
hacer de nuestro Señor el Rey de los reinos de este mundo, el gobernante de
sus tribunales y campamentos, de sus asambleas legislativas, sus palacios y
plazas.
ESPERAN que reine por medio de
promulgaciones legales,
impuestas por autoridad humana. Como Cristo no está aquí en persona, ellos mismos
quieren obrar en su lugar ejecutando las leyes de su reino.
El establecimiento de un
reino tal es lo que los judíos deseaban en los días de Cristo.
HABRÍAN RECIBIDO A JESÚS si él hubiese estado dispuesto a establecer un dominio temporal, a imponer lo que consideraban como leyes de Dios, y hacerlos los expositores de su voluntad y los agentes de su autoridad.
Pero él dijo: "Mi reino no es de este mundo." (Juan
18:36).
No Quiso Aceptar El Trono
Terrenal.
EL GOBIERNO bajo el cual Jesús vivía era corrompido y opresivo; por todos lados había abusos clamorosos: extorsión, intolerancia y crueldad insultante. Sin embargo, el Salvador no intentó hacer reformas civiles, no atacó los abusos nacionales ni condenó a los enemigos nacionales. No intervino en la autoridad ni en la administración de los que estaban en el poder.
El que era nuestro ejemplo se mantuvo alejado de los gobiernos
terrenales.
No Porque Fuese Indiferente a los males de los hombres, sino porque
el remedio no consistía en medidas simplemente humanas y externas. Para ser
eficiente, la cura debía alcanzar a los hombres individualmente, y debía
regenerar el corazón. 471
NO POR LAS DECISIONES DE LOS TRIBUNALES o los consejos o asambleas legislativas, ni por el patrocinio de los grandes del mundo, ha de establecerse el reino de Cristo, sino por la implantación de la naturaleza de Cristo en la humanidad por medio de la obra del Espíritu Santo.
"Más
a todos los que le recibieron, dióles potestad de ser hechos hijos de Dios, a
los que creen en su nombre: los cuales no son engendrados de sangre, ni de
voluntad de carne, ni de voluntad de varón, más de Dios." (Juan 1:12,13).
En esto consiste el único poder capaz de elevar a la humanidad. Y el agente humano que ha de cumplir esta obra es la enseñanza y la práctica de la Palabra de Dios. DTG 470, 471/EGW/MHP
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