DESDE los tiempos más remotos de
la historia del hombre, Satanás se esforzó por engañar a nuestra raza. El que había
promovido la rebelión en el cielo deseaba inducir a los habitantes de la
tierra a que se uniesen con él en su lucha contra el gobierno de Dios.
Adán y Eva habían sido perfectamente felices
mientras obedecieron a la ley de Dios, y esto constituía un testimonio
permanente contra el aserto que Satanás había hecho en el cielo, de que la ley
de Dios era un instrumento de opresión y contraria al bien de sus
criaturas. Además, la envidia de Satanás se despertó al ver la
hermosísima morada preparada para la inocente pareja. Resolvió hacer caer a ésta para que, una vez
separada de Dios y arrastrada bajo su propio poder, pudiese él apoderarse de la
tierra y establecer allí su reino en oposición al Altísimo.
Si Satanás se hubiese presentado
en su verdadero carácter, habría sido rechazado en el acto, pues Adán y Eva
habían sido prevenidos contra este enemigo peligroso; pero Satanás trabajó en
la obscuridad, encubriendo su propósito a fin de poder realizar mejor sus
fines.
Valiéndose de la serpiente, que
era entonces un ser de fascinadora apariencia, se dirigió a Eva, diciéndole:
"¿Conque Dios os ha dicho: no comáis de todo árbol del huerto?"
(Génesis 3:1.) Si Eva hubiese rehusado entrar en discusión con el tentador, se
habría salvado; pero ella se aventuró a alegar con él y entonces fue víctima de
sus artificios.
Así es como muchas
personas son aún vencidas. Dudan y
discuten respecto a la voluntad de Dios, y en lugar de obedecer sus
mandamientos, aceptan teorías humanas que no sirven más que para encubrir los
engaños de Satanás.
"Y respondió la mujer a la
serpiente: Del fruto de los árboles 587 del jardín bien podemos comer: mas del fruto del árbol que está en medio
del jardín, ha dicho Dios: No comeréis de él, ni lo tocaréis, no sea que
muráis. Entonces dijo la serpiente a la
mujer: De seguro que no moriréis; antes bien, sabe Dios que en el día que
comiereis de él, vuestros ojos serán abiertos, y seréis como Dios, conocedores
del bien y del mal." (Vers. 2-5, V.M.) La serpiente declaró que se
volverían como Dios, que tendrían más
sabiduría que antes y que serían capaces de entrar en un estado superior de
existencia. Eva cedió a la tentación, y
por influjo suyo Adán fue inducido a pecar. Ambos aceptaron la declaración de la serpiente de que Dios no había
querido decir lo que había dicho; desconfiaron de su Creador y se imaginaron
que les estaba cortando la libertad y que podían ganar gran caudal de sabiduría
y mayor elevación quebrantando su ley.
Pero ¿cómo comprendió Adán,
después de su pecado, el sentido de las siguientes palabras: "En el día
que comieres de él de seguro morirás"? ¿Comprendió que significaban lo que
Satanás le había inducido a creer, que iba a ascender a un grado más alto de
existencia? De haber sido así, habría
salido ganando con la transgresión, y Satanás habría resultado en bienhechor de
la raza. Pero Adán comprobó que no era
tal el sentido de la declaración divina. Dios sentenció al hombre, en castigo por su pecado, a volver a la tierra
de donde había sido tomado: "Polvo eres, y al polvo serás tornado."
(Vers. 19.)
Las palabras de Satanás: "Vuestros ojos serán abiertos"
resultaron ser verdad pero sólo del modo siguiente: después de que Adán y Eva
hubieron desobedecido a Dios, sus ojos fueron abiertos y pudieron discernir su
locura; conocieron entonces lo que era el mal y probaron el amargo fruto de la
transgresión.
En medio del Edén crecía el árbol
de la vida, cuyo fruto tenla el poder de perpetuar la vida, Si Adán hubiese
permanecido obediente a Dios, habría seguido gozando de libre acceso a aquel
árbol y habría vivido eternamente. Pero
en cuanto hubo pecado, quedó privado de comer del árbol de la vida y 588 sujeto
a la muerte. La sentencia divina:
"Polvo eres, y al polvo serás tornado," entraña la extinción completa
de la vida.
La inmortalidad prometida al
hombre a condición de que obedeciera, se había perdido por la
transgresión. Adán no podía transmitir a
su posteridad lo que ya no poseía; y no
habría quedado esperanza para la raza caída, si Dios, por el sacrificio de su
Hijo, no hubiese puesto- la inmortalidad a su alcance. Como "la muerte así pasó a todos los
hombres, pues que todos pecaron, "Cristo "sacó a la luz la vida y la
inmortalidad por el evangelio." (Romanos 5:12; 2 Timoteo 1:10.)
Y sólo
por Cristo puede obtenerse la inmortalidad.
Jesús dijo: "El que cree en el Hijo, tiene vida eterna, más el que
es incrédulo al Hijo, no verá la vida." (Juan 3:36.) Todo hombre puede adquirir un
bien tan inestimable si consiente en someterse a las condiciones necesarias. Todos "los que perseverando en bien
hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad," recibirán "la vida
eterna." (Romanos 2:7.)
El único que prometió a Adán la
vida en la desobediencia fue el gran seductor.
Y la declaración de la serpiente a Eva en Edén.- "De seguro que no
moriréis"- fue el primer sermón que haya sido jamás predicado sobre la
inmortalidad del alma. Y sin embargo
esta misma declaración, fundada únicamente en la autoridad de Satanás,
repercute desde los púlpitos de la cristiandad, y es recibida por la mayoría de
los hombres con tanta prontitud como lo fue por nuestros primeros padres.
A la divina sentencia: El alma que pecare,
ésa morirá (Ezequiel 18:20),
se le da el sentido siguiente: El alma que pecare,
ésa no morirá, sino que vivirá eternamente.
No puede uno menos que extrañar la rara infatuación con que los hombres
creen sin mas ni más las palabras de Satanás y se muestran tan incrédulos a las
palabras de Dios.
Si al hombre, después de su
caída, se le hubiese permitido tener libre acceso al árbol de la vida, habría
vivido para siempre, y así el pecado habría inmortalizado. Pero un querubín y una espada que arroja
llamas guardaban "el camino del 589 árbol de la vida" (Génesis 3:24), y a ningún miembro de la familia
de Adán le ha sido permitido salvar esta raya y participar de esa fruta de la
vida. Por consiguiente no hay ni un solo pecador inmortal.
Pero después de la caída, Satanás
ordenó a sus ángeles que hicieran un esfuerzo especial para inculcar la
creencia de la inmortalidad natural del hombre; y después de haber inducido a
la gente a aceptar este error, debían llevarla a la conclusión de que el
pecador viviría en penas eternas.
Ahora el príncipe de las tinieblas, obrando
por conducto de sus agentes, representa a Dios como un tirano vengativo, y
declara que arroja al infierno a todos aquellos que no le agradan, que les hace
sentir eternamente los efectos de su ira, y que mientras ellos sufren tormentos
indecibles y se retuercen en las llamas eternas, su Creador los mira
satisfecho.
Así es como el gran enemigo
reviste con sus propios atributos al Creador y Bienhechor de la humanidad. La
crueldad es satánica. Dios es amor, y todo lo que él creó era puro, santo, y
amable, hasta que el pecado fue introducido por el primer gran rebelde. Satanás
mismo es el enemigo que tienta al hombre y lo destruye luego si puede; y cuando
se ha adueñado de su víctima se alaba de la ruina que ha causado. Si ello le
fuese permitido prendería a toda la raza humana en sus redes. Si no fuese por
la intervención del poder divino, ni hijo ni hija de Adán escaparían.
Hoy día Satanás está tratando de
vencer a los hombres, como venció a nuestros primeros padres, debilitando su
confianza en el Creador e induciéndoles a dudar de la sabiduría de su gobierno
y de la justicia de sus leyes.
Satanás y sus emisarios representan a Dios como
peor que ellos, para justificar su propia perversidad y su rebeldía.
El gran
seductor se esfuerza en atribuir su propia crueldad a nuestro Padre celestial,
a fin de darse por muy perjudicado con su expulsión del cielo por no haber
querido someterse a un soberano tan injusto. Presenta al mundo la libertad de
que gozaría bajo su dulce 590 cetro, en contraposición con la esclavitud
impuesta por los severos decretos de Jehová. Es así como logra sustraer a las
almas de la sumisión a Dios. CS
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