viernes, 1 de abril de 2022

04. LOS DIEZ MANDAMIENTOS (IV).

4° MANDAMIENTO.

8 Acuérdate del día de reposo* para santificarlo. 9 Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; 10 más el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. 11 Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo* y lo santificó. (Éxodo 20).

8. ACUÉRDATE. Esta palabra no hace más importante al cuarto mandamiento que a los otros nueve. Todos lo son igualmente. Quebrantar uno, es quebrantarlos todos (Sant. 2:8-11).

Pero el mandamiento del día de reposo nos recuerda que el séptimo día, el sábado, es el descanso señalado por Dios para el hombre, y que ese reposo se remonta hasta el mismo comienzo de la historia humana y es una parte inseparable de la semana de la creación (Gén. 2:1-3; PP 348).

CARECE POR COMPLETO de base el argumento de que el sábado fue dado al hombre por primera vez en el Sinaí. (Mar. 2:27; PP 66, 67, 263).

EN UN SENTIDO PERSONAL, el sábado se presenta como un recordativo de que en medio de los afanes apremiantes de la vida no debiéramos olvidar a Dios.

Entrar plenamente en el espíritu del sábado es hallar una valiosa ayuda para obedecer el resto del Decálogo.

La atención especial y la dedicación dadas, en este día de descanso, a Dios y a las cosas de valor eterno, proveen un caudal de poder para obtener la victoria sobre los males contra los cuales se nos advierte en los otros mandamientos.

EL SÁBADO ha sido bien comparado a un puente tendido a través de las agitadas aguas de la vida sobre el cual podemos pasar para llegar a la orilla opuesta, a un eslabón entre la tierra y el cielo, un símbolo del día eterno cuando los que sean leales a Dios se revestirán para siempre con el manto de la santidad y del gozo inmortales.

Debiéramos "recordar" también que el mero descanso del trabajo físico no constituye la observancia del sábado. Nunca fue la intención que el sábado fuera un día de ociosidad e 616 inactividad. La observancia del sábado no consiste tanto en abstenerse de ciertas formas de actividad como en participar deliberadamente en otras.

Dejamos la rutina semanal del trabajo sólo como un medio para dedicar el día a otros propósitos. El espíritu de la verdadera observancia del sábado nos inducirá a aprovechar sus horas sagradas procurando comprender más perfectamente el carácter y la voluntad de Dios, a apreciar más plenamente su amor y misericordia y a cooperar más eficazmente con él ayudando a nuestros prójimos en sus necesidades espirituales.

CUALQUIER cosa que contribuya a esos propósitos primordiales es apropiada para el espíritu y la finalidad del sábado.

CUALQUIER cosa que contribuya en primer lugar a la complacencia de los deseos personales de uno o a la prosecución de los intereses propios, es tan ajena a la verdadera observancia del sábado como un trabajo común.

Este principio se aplica tanto a los pensamientos y a las palabras como a las acciones.

El sábado nos remonta a un mundo perfecto en el remoto pasado (Gén. 1:31; 2:1-3), y nos advierte que hay un tiempo cuando el Creador, otra vez, hará "nuevas todas las cosas" (Apoc. 21:5).

También es un recordativo de que Dios está listo para restaurar, dentro de nuestros corazones y de nuestras vidas, su propia imagen tal como era en el principio (Gén. 1:26,27).

El que entra en el verdadero espíritu de la observancia del sábado se hace así idóneo para recibir el sello de Dios, que es el reconocimiento divino de que el carácter del Eterno está reflejado perfectamente en la vida del hombre (Eze. 20:20).

Una vez cada semana tenemos el feliz privilegio de olvidar todo lo que nos recuerde este mundo de pecado, y "acordarnos" de las cosas que nos acercan a Dios.

El sábado puede llegar a ser para nosotros un pequeño santuario en el desierto de este mundo, donde por un tiempo podemos estar libres de sus cuidados y podemos entrar, por así decirlo, en los gozos del cielo.

SI EL DESCANSO DEL SÁBADO fue deseable para los seres sin pecado del paraíso (Gén. 2:1-3), ¡cuánto más esencial lo es para los falibles mortales que se preparan para entrar de nuevo en esa bendita morada!

9. TRABAJARÁS. Esto es tanto un privilegio como una orden. El trabajo que se deba hacer tiene que realizarse en los seis primeros días de la semana, de modo que el sábado, el cual corresponde al séptimo día, pueda quedar libre para el culto y el servicio de Dios.

10. EL SÉPTIMO DÍA. Ningún trabajo secular innecesario ha de realizarse en ese día. El sábado debe emplearse en meditación religiosa, en el culto y servicio para Dios. Además, proporciona una oportunidad para el descanso físico. Esta característica del sábado es muy importante para el hombre en su estado pecaminoso, cuando debe ganarse el pan con el sudor de su rostro (Gén. 3:17-19).

Reposo para Jehová. En hebreo, "reposo" no lleva artículo definido, "el", pero esto no le quita exactitud al mandamiento del sábado.

EL PUNTO DE CONTROVERSIA entre los observadores del domingo y los del sábado no es si un cristiano debe descansar -no hacer "en él obra alguna"- un determinado día de la semana, sino qué día de la semana debe ser: el primero o el séptimo.

EL MANDAMIENTO CONTESTA INEQUÍVOCAMENTE: "el séptimo día". El mandamiento divide la semana en dos partes: (1) En "seis días. . . harás toda tu obra". (2) En "el séptimo día. . . no hagas. . . obra alguna".  Y ¿por qué esta prohibición de trabajar en "el séptimo día"? Porque es "reposo para Jehová".

La palabra reposo viene del Heb. shabbáth, que significa "descanso". De modo que el mandamiento prohíbe trabajar en "el séptimo día" porque es un día de descanso del Señor. Esto nos hace remontar al origen del sábado, cuando Dios "reposó el día séptimo" (Gén. 2:2).

Por lo tanto, es claro que el contraste no es entre "el" y "un", sino entre "trabajar" y "descansar". "Seis días", dice el mandamiento, son días de trabajo, pero "el séptimo día" es un día de descanso.

Que "el séptimo día" es el único día de descanso de Dios resulta evidente por las palabras con que comienza el mandamiento: "Acuérdate del día de reposo [sábado] para santificarlo".

Los ángeles anunciaron a los pastores: "Os ha nacido . . . un Salvador" (Luc. 2:11). No llegamos por ello [el uso del artículo "un"] a la conclusión de que Cristo fue tan sólo uno de muchos salvadores. Captamos el significado de las palabras de los ángeles cuando ponemos el énfasis en la palabra "Salvador". Cristo vino, no como un conquistador militar o un rey terrenal, sino como un Salvador. Otros numerosos pasajes tratan de esa salvación como única en su género y de que no podemos ser salvados por ningún otro. Así es también 617 con el asunto de "el" y "un" en el cuarto mandamiento.

No hagas en él obra alguna. Esto no prohíbe las obras de misericordia o el trabajo esencial para la preservación de la vida y la salud que no puede realizarse en otros días. 

Siempre "es lícito hacer bien en sábado" (Mat. 12:1-14, BJ; Mar. 2:23-28).

El descanso de que aquí se habla no ha de ser considerado meramente en términos de la cesación del trabajo ordinario, aunque por supuesto esto está incluido. Debe ser un descanso santo, en el cual haya comunión con Dios.

Ni tu bestia. El cuidado de Dios por los animales resalta repetidas veces en los escritores del AT (Exo. 23:5,12; Deut. 25:4). El los recordó en el arca (Gén.  8:1).  Estuvieron incluidos en su pacto que siguió al diluvio (Gén. 9:9-11). El sostiene que los animales son suyos (Sal. 50:10). La presencia de "muchos animales" fue una razón para que Nínive fuera preservada (Jon. 4:11).

Tu extranjero. Es decir un extranjero que, por propia voluntad, se unió con los israelitas. Una "grande multitud" salió de Egipto con Israel (Exo. 12:38) y lo acompañó en sus peregrinaciones por el desierto. Mientras eligieran permanecer con los israelitas, habían de conformarse con los requisitos que Dios estableció para su propio pueblo. 

En un sentido, esto restringía su libertad, pero estaban libres para irse si no deseaban obedecer. En compensación, por así decirlo, compartían las bendiciones que Dios prodigaba a Israel (Núm. 10:29; Zac. 8:22,23).

11. HIZO JEHOVÁ. Es significativo que Cristo mismo, como Creador (Juan 1:1-3), descansó en el primer sábado del mundo (DTG 714) y pronunció la ley en el Sinaí (PP 381).

Los que son creados de nuevo a la semejanza divina (Efe. 4:24) elegirán seguir su ejemplo en este y en otros asuntos (1 Ped. 2:21). 

El Creador no "reposó" debido a cansancio o fatiga (Isa. 40:28). Su "reposo" fue cesación de trabajo al terminar una tarea completada (Gén. 1:31 a 2:3). 

Al descansar nos dio un ejemplo (Mat. 3:15; cf.  Heb. 4:10). El sábado fue hecho para el hombre (Mat. 2:27), para satisfacer una necesidad que fue originalmente espiritual pero que, con la entrada del pecado, se convirtió también en física (Gén. 3:17-19). 

Una de las razones por las cuales los israelitas fueron libertados de Egipto fue para que pudieran observar el día de descanso señalado por Dios. Su opresión en Egipto había hecho dificilísima tal observancia. (ver Exo. 5:5-9; Deut. 5:12-15; PR 134).

COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE

"ACUÉRDATE DE SANTIFICAR EL DÍA DE SÁBADO. Los seis días trabajarás, y harás todas tus labores: más el día séptimo es sábado, o fiesta del Señor Dios tuyo. Ningún trabajo harás en él, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu criado, ni tu criada, ni tus bestias de carga, ni el extranjero que habita dentro 315 de tus puertas o poblaciones. Por cuanto el Señor en seis días hizo el cielo, y la tierra, y el mar, y todas las cosas que hay en ellos, y descansó en el día séptimo: por esto bendijo el Señor el día sábado, y le santificó."

AQUÍ NO SE PRESENTA EL SÁBADO como una institución nueva, sino como establecido en el tiempo de la creación del mundo. Hay que recordar y observar el sábado como monumento de la obra del Creador. Al señalar a Dios como el Hacedor de los cielos y de la tierra, el sábado distingue al verdadero Dios de todos los falsos dioses. Todos los que guardan el séptimo día demuestran al hacerlo que son adoradores de Jehová. Así el sábado será la señal de lealtad del hombre hacia Dios mientras haya en la tierra quien le sirva.

EL CUARTO MANDAMIENTO es, entre todos los diez, el único que contiene tanto el nombre como el título del Legislador.

ES EL ÚNICO que establece por autoridad de quién se dio la ley. Así, contiene el sello de Dios, puesto en su ley como prueba de su autenticidad y de su vigencia.

Dios ha dado a los hombres seis días en que trabajar, y requiere que su trabajo sea hecho durante esos seis días laborables. En el sábado pueden hacerse las obras absolutamente necesarias y las de misericordia. A los enfermos y dolientes hay que cuidarlos todos los días, pero se ha de evitar rigurosamente toda labor innecesaria. "Si retrajeras del sábado tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y al sábado llamares delicias, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no haciendo tus caminos, ni buscando tu voluntad." (Isa. 58:13.) No acaba aquí la prohibición. "Ni hablando tus palabras," dice el profeta.

Los que durante el sábado hablan de negocios o hacen proyectos, son considerados por Dios como si realmente realizaran transacciones comerciales. Para santificar el sábado, no debiéramos siquiera permitir que nuestros pensamientos se detengan en cosas de carácter mundanal. Y el mandamiento incluye a todos los que están dentro de nuestras 316 puertas. Los habitantes de la casa deben dejar sus negocios terrenales durante las horas sagradas. Todos debieran estar unidos para honrar a Dios y servirle voluntariamente en su santo día.

* "La Enemistad De Satanás Hacia La Ley". https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/pp-capitulo-29-la-enemistad-de-satanas.html

1CBA/EGW/MHP


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