4° MANDAMIENTO.
8 Acuérdate del día de reposo*
para santificarlo. 9 Seis días trabajarás, y harás
toda tu obra; 10 más el séptimo día es reposo
para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni
tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus
puertas. 11 Porque en seis días hizo
Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y
reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo* y lo
santificó. (Éxodo 20).
8. ACUÉRDATE. Esta palabra no hace más
importante al cuarto mandamiento que a los otros nueve. Todos lo son
igualmente. Quebrantar uno, es quebrantarlos todos (Sant. 2:8-11).
Pero el mandamiento
del día de reposo nos recuerda que el séptimo día, el sábado, es el descanso
señalado por Dios para el hombre, y que ese reposo se remonta hasta el mismo
comienzo de la historia humana y es una parte inseparable de la semana de la
creación (Gén. 2:1-3; PP 348).
CARECE POR COMPLETO de base el argumento de que el
sábado fue dado al hombre por primera vez en el Sinaí. (Mar. 2:27; PP 66, 67,
263).
EN UN SENTIDO
PERSONAL, el sábado se presenta como un recordativo de que en medio de los
afanes apremiantes de la vida no debiéramos olvidar a Dios.
Entrar plenamente en el espíritu del sábado es
hallar una valiosa ayuda para obedecer el resto del Decálogo.
La atención especial y la
dedicación dadas, en este día de descanso, a Dios y a las cosas de valor eterno, proveen un
caudal de poder para obtener la victoria sobre los males contra los cuales se
nos advierte en los otros mandamientos.
EL SÁBADO ha sido bien
comparado a un puente tendido a través de las agitadas aguas de la vida sobre
el cual podemos pasar para llegar a la orilla opuesta, a un eslabón entre la
tierra y el cielo, un símbolo del día eterno cuando los que sean leales a Dios
se revestirán para siempre con el manto de la santidad y del gozo inmortales.
Debiéramos "recordar" también que el mero
descanso del trabajo físico no constituye la observancia del sábado. Nunca fue la intención que el sábado
fuera un día de ociosidad e 616 inactividad. La observancia del sábado no consiste tanto en abstenerse de
ciertas formas de actividad como en participar deliberadamente en otras.
Dejamos la rutina semanal del
trabajo sólo como un medio para dedicar el día a otros propósitos. El espíritu de
la verdadera observancia del sábado nos inducirá a aprovechar sus horas
sagradas procurando comprender más perfectamente el carácter y la voluntad de
Dios, a apreciar más plenamente su amor y misericordia y a cooperar más
eficazmente con él ayudando a nuestros prójimos en sus necesidades
espirituales.
CUALQUIER cosa que contribuya a esos propósitos primordiales
es apropiada para el espíritu y la finalidad del sábado.
CUALQUIER cosa que contribuya en primer lugar a la
complacencia de los deseos personales de uno o a la prosecución de los
intereses propios, es tan ajena a la verdadera observancia del sábado como un
trabajo común.
Este principio se aplica tanto a los pensamientos y a las palabras como a
las acciones.
El sábado nos
remonta a un mundo perfecto en el remoto pasado (Gén. 1:31; 2:1-3), y nos
advierte que hay un tiempo cuando el Creador, otra vez, hará "nuevas todas
las cosas" (Apoc. 21:5).
También es un recordativo de que Dios está listo para
restaurar, dentro de nuestros corazones y de nuestras vidas, su propia imagen
tal como era en el principio (Gén. 1:26,27).
El que entra en el verdadero
espíritu de la observancia del sábado se hace así idóneo para recibir el sello de
Dios, que es el reconocimiento divino de que el carácter del Eterno está
reflejado perfectamente en la vida del hombre (Eze. 20:20).
Una vez cada semana tenemos el feliz privilegio de
olvidar todo lo que nos recuerde este mundo de pecado, y "acordarnos"
de las cosas que nos acercan a Dios.
El sábado puede llegar a ser para nosotros
un pequeño santuario en el desierto de este mundo, donde por un tiempo podemos
estar libres de sus cuidados y podemos entrar, por así decirlo, en los gozos
del cielo.
SI EL DESCANSO DEL
SÁBADO fue deseable para los seres sin pecado del paraíso (Gén. 2:1-3), ¡cuánto
más esencial lo es para los falibles mortales que se preparan para entrar de
nuevo en esa bendita morada!
9. TRABAJARÁS. Esto es tanto un privilegio como
una orden. El trabajo que se deba hacer tiene que realizarse en los seis
primeros días de la semana, de modo que el sábado, el cual corresponde al
séptimo día, pueda quedar libre para el culto y el servicio de Dios.
10. EL SÉPTIMO DÍA. Ningún trabajo secular
innecesario ha de realizarse en ese día. El sábado debe emplearse en meditación
religiosa, en el culto y servicio para Dios. Además, proporciona una
oportunidad para el descanso físico. Esta característica del sábado es muy
importante para el hombre en su estado pecaminoso, cuando debe ganarse el pan
con el sudor de su rostro (Gén. 3:17-19).
Reposo para Jehová. En hebreo, "reposo" no
lleva artículo definido, "el", pero esto no le quita exactitud al
mandamiento del sábado.
EL PUNTO DE
CONTROVERSIA entre los observadores del domingo y los del sábado no es si un
cristiano debe descansar -no hacer "en él obra alguna"- un
determinado día de la semana, sino qué día de la semana debe ser: el primero o
el séptimo.
EL MANDAMIENTO CONTESTA
INEQUÍVOCAMENTE: "el séptimo día". El
mandamiento divide la semana en dos partes: (1) En "seis días. . . harás
toda tu obra". (2) En "el séptimo día. . . no hagas. . . obra
alguna". Y ¿por qué esta
prohibición de trabajar en "el séptimo día"? Porque es "reposo
para Jehová".
La palabra reposo viene del Heb. shabbáth, que
significa "descanso". De modo que el mandamiento prohíbe trabajar en
"el séptimo día" porque es un día de descanso del Señor. Esto nos
hace remontar al origen del sábado, cuando Dios "reposó el día
séptimo" (Gén. 2:2).
Por lo tanto, es claro que el contraste no es
entre "el" y "un", sino entre "trabajar" y
"descansar". "Seis días", dice el mandamiento, son días de
trabajo, pero "el séptimo día" es un día de descanso.
Que "el séptimo día" es
el único día de descanso de Dios resulta evidente por las palabras con que
comienza el mandamiento: "Acuérdate del día de reposo [sábado] para
santificarlo".
Los ángeles anunciaron a los pastores:
"Os ha nacido . . . un Salvador" (Luc. 2:11). No llegamos por ello
[el uso del artículo "un"] a la conclusión de que Cristo fue tan sólo
uno de muchos salvadores. Captamos el significado de las palabras de los
ángeles cuando ponemos el énfasis en la palabra "Salvador". Cristo
vino, no como un conquistador militar o un rey terrenal, sino como un Salvador.
Otros numerosos pasajes tratan de esa salvación como única en su género y de
que no podemos ser salvados por ningún otro. Así es también 617 con
el asunto de "el" y "un" en el cuarto mandamiento.
No hagas en él obra alguna. Esto no prohíbe las obras de
misericordia o el trabajo esencial para la preservación de la vida y la salud
que no puede realizarse en otros días.
Siempre "es lícito hacer bien en sábado" (Mat. 12:1-14, BJ;
Mar. 2:23-28).
El descanso de que aquí se habla
no ha de ser considerado meramente en términos de la cesación del trabajo
ordinario, aunque por supuesto esto está incluido. Debe ser un descanso santo,
en el cual haya comunión con Dios.
Ni tu bestia. El cuidado de Dios por los
animales resalta repetidas veces en los escritores del AT (Exo. 23:5,12; Deut.
25:4). El los recordó en el arca (Gén.
8:1). Estuvieron incluidos en su
pacto que siguió al diluvio (Gén. 9:9-11). El sostiene que los animales son
suyos (Sal. 50:10). La presencia de "muchos animales" fue una razón
para que Nínive fuera preservada (Jon. 4:11).
Tu extranjero. Es decir un extranjero que, por
propia voluntad, se unió con los israelitas. Una "grande multitud"
salió de Egipto con Israel (Exo. 12:38) y lo acompañó en sus peregrinaciones
por el desierto. Mientras eligieran permanecer con los israelitas, habían de
conformarse con los requisitos que Dios estableció para su propio pueblo.
En un
sentido, esto restringía su libertad, pero estaban libres para irse si no
deseaban obedecer. En compensación, por así decirlo, compartían las bendiciones
que Dios prodigaba a Israel (Núm. 10:29; Zac. 8:22,23).
11. HIZO JEHOVÁ. Es significativo que Cristo
mismo, como Creador (Juan 1:1-3), descansó en el primer sábado del mundo (DTG
714) y pronunció la ley en el Sinaí (PP 381).
Los que son creados de nuevo a la semejanza divina (Efe.
4:24) elegirán seguir su ejemplo en este y en otros asuntos (1 Ped. 2:21).
El Creador no "reposó" debido
a cansancio o fatiga (Isa. 40:28). Su "reposo" fue cesación de
trabajo al terminar una tarea completada (Gén. 1:31 a 2:3).
Al descansar nos dio un ejemplo (Mat.
3:15; cf. Heb. 4:10). El sábado fue
hecho para el hombre (Mat. 2:27), para satisfacer una necesidad que fue
originalmente espiritual pero que, con la entrada del pecado, se convirtió
también en física (Gén. 3:17-19).
Una de
las razones por las cuales los israelitas fueron libertados de Egipto fue
para que pudieran observar el día de descanso señalado por Dios. Su opresión en Egipto había hecho
dificilísima tal observancia. (ver Exo. 5:5-9; Deut. 5:12-15; PR 134).
COMENTARIOS DE ELENA G.
DE WHITE
"ACUÉRDATE
DE SANTIFICAR EL DÍA DE SÁBADO. Los seis días trabajarás, y harás todas tus
labores: más el día séptimo es sábado, o fiesta del Señor Dios tuyo. Ningún
trabajo harás en él, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu criado, ni tu criada,
ni tus bestias de carga, ni el extranjero que habita dentro 315
de tus puertas o poblaciones. Por cuanto el Señor en seis días hizo el cielo, y
la tierra, y el mar, y todas las cosas que hay en ellos, y descansó en el día
séptimo: por esto bendijo el Señor el día sábado, y le santificó."
AQUÍ NO SE
PRESENTA EL SÁBADO como una institución nueva, sino como establecido
en el tiempo de la creación del mundo. Hay que recordar y observar el sábado
como monumento de la obra del Creador. Al señalar a Dios como el Hacedor de los
cielos y de la tierra, el sábado distingue al verdadero Dios de todos los
falsos dioses. Todos los que guardan el séptimo día demuestran al hacerlo que
son adoradores de Jehová. Así el sábado será la señal de lealtad del hombre
hacia Dios mientras haya en la tierra quien le sirva.
EL CUARTO
MANDAMIENTO es, entre todos los diez, el único que contiene tanto el nombre
como el título del Legislador.
ES EL ÚNICO que establece por
autoridad de quién se dio la ley. Así, contiene el sello de Dios, puesto en su
ley como prueba de su autenticidad y de su vigencia.
Dios ha dado a los hombres seis
días en que trabajar, y requiere que su trabajo sea hecho durante esos seis
días laborables. En el sábado pueden hacerse las obras absolutamente necesarias
y las de misericordia. A los enfermos y dolientes hay que cuidarlos todos los
días, pero se ha de evitar rigurosamente toda labor innecesaria. "Si
retrajeras del sábado tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y al sábado
llamares delicias, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no haciendo tus
caminos, ni buscando tu voluntad." (Isa. 58:13.) No acaba aquí la
prohibición. "Ni hablando tus palabras," dice el profeta.
Los que durante el sábado hablan
de negocios o hacen proyectos, son considerados por Dios como si realmente
realizaran transacciones comerciales. Para santificar el sábado, no debiéramos
siquiera permitir que nuestros pensamientos se detengan en cosas de carácter
mundanal. Y el mandamiento incluye a todos los que están dentro de nuestras 316 puertas. Los habitantes de la casa
deben dejar sus negocios terrenales durante las horas sagradas. Todos debieran
estar unidos para honrar a Dios y servirle voluntariamente en su santo día.
* "La Enemistad De Satanás
Hacia La Ley". https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/pp-capitulo-29-la-enemistad-de-satanas.html
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