El mal que acompaña aun a las generaciones de estos tiempos. Con
secuelas devastadoras en la familia y el individuo. Y el Señor condena el
alcoholismo. Muchos se excusan, afirmando que también David bebía o el resto de
los personajes bíblicos.
“En tiempos pasados, Dios
muchas veces pasó por alto la crasa ignorancia que motivaba prácticas que él no
podía aprobar. Pero finalmente llega el tiempo cuando, en todas las cosas, Dios
"manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan" (Hech.
17: 30). Luego de esto, aquellos que persisten en su práctica, a pesar del
consejo y de la advertencia, ya no tienen "excusa por su pecado"
(Juan 15: 22). Antes de ese momento, no habían tenido pecado y Dios
no los había considerado responsables, aunque sus acciones estaban lejos de ser
ideales. Su longanimidad se extiende a todos los que "no saben lo que
hacen" (Luc. 23: 34). Así como Pablo, quien persiguió a la iglesia
"por ignorancia, en incredulidad", pueden obtener misericordia (1 Tim.
1: 13).
En
tiempos antiguos, Dios toleró que los israelitas tuviesen esclavos, pero
protegió a los esclavos de injusticias (Exo. 21: 16, 20). Tampoco en
la iglesia cristiana la esclavitud fue abolida inmediatamente, sino que se
instruyó a los amos para que trataran bondadosamente a sus esclavos (Efe. 6: 9;
Col. 4: 1).
Del
mismo modo, Dios nunca ha aprobado la práctica del divorcio o de la
poligamia. "Al principio no fue así" (Mat. 19: 8). Pero,
por un tiempo, Dios toleró esto, y dio las instrucciones necesarias para salvaguardar
los derechos de la mujer, para mitigar el sufrimiento resultante de estas
prácticas y para proteger la relación matrimonial de abusos mayores (Exo. 21:
7-11; Deut. 21: 10-17). Por ejemplo, si bien es cierto que Dios no le prohibió
a Abrahán que tomase a Agar por segunda esposa, tampoco lo protegió de los
males que resultaron de tal acción.
Dios
le dio a Moisés leyes que tenían el propósito, no de abolir directamente la
poligamia, sino de desaprobarla (Lev. 18: 18; Deut. 17: 17), de restringir el
divorcio (Deut. 22: 19, 29; 24: 1), y de elevar la norma de la vida matrimonial
(Exo. 20: 14, 17; Lev. 20: 10; Deut. 22: 22). Cristo puso en claro que las
disposiciones del AT en cuanto a la pluralidad de esposas y al divorcio no eran
ideales, sino una solución temporaria, tolerada por Dios "por la
dureza" del "corazón" de ellos (Mat. 19: 4-8). Cristo señaló que
el ideal de Dios para el hogar cristiano (Mat. 19: 9) siempre ha sido la
monogamia (Mat. 19: 4-6; 1 Tim. 3: 2; Tito 1: 6). El cristiano no tiene por qué
dudar en cuanto a la voluntad de Dios respecto de estas cosas. No tiene, por lo
tanto, ni siquiera la limitada excusa de la gente de los tiempos del AT.
LO MISMO PUEDE DECIRSE DEL "VINO" y de la "sidra". No se prohibió estrictamente su uso, salvo para los que desempeñaban tareas religiosas, y quizá también para los que se ocupaban en la administración de la justicia (Lev. 10: 9; Prov. 31: 4, 5). Se señaló claramente los males que acarreaban el "vino" y la "sidra", y se aconsejó al pueblo a abstenerse de estas bebidas (Prov. 20: 1; 23: 29-33). Se pronunció una maldición sobre aquel que hace beber a su prójimo (Hab. 2: 15). Pero Pablo presenta el ideal declarando: "Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios" (1 Cor. 10: 31), y advierte que Dios destruirá a los que destruyen sus cuerpos (1 Cor. 3: 16, 17). Las bebidas embriagantes "destruyen el templo de Dios" y su consumo no puede ser considerado una manera de glorificarle (1 Cor. 6: 19, 20; 10: 31). Pablo abandonó el uso de todo lo que fuese dañino para su cuerpo (1 Cor. 9: 27). No puede admitirse hoy el argumento según el cual, puesto que una vez Dios lo toleró, no tiene nada intrínsecamente malo ingerir bebidas embriagantes. Como ya se hizo notar, también una vez permitió la práctica de la esclavitud y de la poligamia. La Biblia advierte que los "borrachos" no "heredarán el reino de Dios" (1 Cor. 6: 10). 1CBA. La iglesia del antiguo testamento aún estaba en su infancia. Pero hoy tenemos toda la luz para vivir sin el alcohol.
11 ¡Ay de los que se levantan de mañana para seguir la embriaguez; que
se están hasta la noche, hasta que el vino los enciende! 12 Y en sus banquetes
hay arpas, vihuelas, tamboriles, flautas y vino, y no miran la obra de Jehová,
ni consideran la obra de sus manos. (Isaías 5).
11. La embriaguez. El segundo
pecado de la lista es la embriaguez y la intemperancia. El profeso pueblo de
Dios era adicto a las bebidas fuertes. Se levantaban temprano a fin de tener
más tiempo para beber. Muchos pensaban sólo en la bebida, desde la mañana hasta
la noche (Isa. 22:13; 28:17; Ose. 4:11; Amós 6: 6).
12. Arpas. La lista de instrumentos
incluye: lira, arpa, tambor de mano y flauta doble (ver t. III, pp. 32-41). La
música desempeñaba un papel importante en sus orgías (Amós 6: 5-6). En vez de
ser empleada para gloria de Dios, la música se convirtió en un arma poderosa en
manos del enemigo para arruinar el alma. No
miran. La conciencia de esos glotones se había cauterizado a causa de
sus desenfrenadas y turbulentas orgías; la verdad y la justicia habían sido
olvidadas, y los corazones estaban expuestos a todo tipo de mal. La pasión
había reemplazado al amor. La violencia y el terror habían tomado el lugar de
la justicia. (3CBA). Ministerio Hno. Pio
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