1. EFECTOS DEL USO DEL TABACO.
EFECTOS EN EL CUERPO.
El Tabaco
es un veneno lento e insidioso, y sus efectos son más difíciles de eliminar del
organismo que los del alcohol (Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 424).
El uso del tabaco es un hábito que con frecuencia afecta el sistema nervioso de una manera más poderosa que el uso de alcohol. Ata a la víctima con lazos de esclavitud aún más fuertes de los de la copa embriagante; el hábito es más difícil de vencer.
En muchos casos, cuerpo y mente están intoxicados más profundamente con el uso del tabaco que con los licores espirituosos, porque es un veneno más sutil (3Testimonies 562).
LOS QUE USAN TABACO SON CULPABLES ANTE DIOS.
Los que usan tabaco, son
culpables ante Dios. El tabaco, en
cualquier forma se lo use, afecta el organismo.
Es un veneno lento. Afecta el
cerebro y ofusca la facultad de razonar, de manera que la mente no puede
discernir claramente las cosas espirituales, especialmente aquellas verdades
que tendrían una tendencia para corregir esta corrupta complacencia. Los que usan el tabaco en cualquier forma no
son limpios delante de Dios. Es
imposible para ellos glorificar a Dios con semejante práctica corrupta en sus
cuerpos y en sus espíritus, que son de Dios.
Y mientras sigan usando venenos lentos pero seguros, que están
arruinando su salud y rebajando las facultades de la mente, Dios no puede
aprobarlos. Puede tener misericordia de
ellos mientras se complacen en este hábito pernicioso sin saber el daño que les
está haciendo, pero cuando se les presenta el asunto en su verdadera luz,
entonces son culpables delante de Dios si siguen complaciendo este indecoroso
apetito (Counsels on Health, pág. 81).
El poder sanador de Dios gobierna sobre todo la naturaleza. 50 Si un ser humano se corta la carne o se rompe un hueso, la naturaleza comienza inmediatamente a curar la herida, preservando de esta forma la vida del hombre. Pero el hombre puede colocarse en una posición donde la naturaleza es estorbada, de modo que no puede hacer su obra. . . . Si se usa tabaco, . . . el poder sanador de la naturaleza se debilita en mayor o menor medida (Medical Ministry, pág. 11).
LA SIEMBRA Y LA COSECHA.
Recuerden viejos y jóvenes que ante toda violación de las leyes de la vida la naturaleza hará sentir su protesta. El castigo caerá sobre las facultades tanto mentales como físicas, y no se detendrá en el que con culpable liviandad practica este hábito. Los efectos de su mala conducta se ven en su descendencia, y así los males hereditarios se transmiten hasta la tercera y la cuarta generación.
Pensad en esto, padres, cuando os complacéis
con el tabaco, esa sustancia nociva que ofusca la mente y el alma. ¿Adónde os
llevará esta práctica? ¿A quién afectará, además de vosotros? (Signs of the
Times, 6-12-1910).
Entre los niños y
jóvenes el uso del tabaco hace un daño incalculable. Las prácticas malsanas de las generaciones
pasadas afectan a los niños y jóvenes de hoy. La incapacidad
mental, la debilidad física, las perturbaciones nerviosas y los deseos
antinaturales se transmiten como un legado de padres a hijos. Y las mismas prácticas, seguidas por los
hijos, aumentan y perpetúan los malos resultados. A esta causa se debe en gran parte la
deterioración física, mental y moral que produce tanta alarma.
Los muchachos empiezan a hacer
uso del tabaco en edad muy temprana. El
hábito que adquieren cuando el cuerpo y la mente son particularmente
susceptibles a sus efectos, socava la fuerza física, impide el crecimiento del
cuerpo, embota la inteligencia y corrompe la moralidad (El Ministerio de
Curación, pág. 252).
COMIENZOS DE LA INTEMPERANCIA DEL
TABACO.
No hay apetito natural por el tabaco en la naturaleza, a menos que sea heredado (Manuscrito 9, 1893). Por el uso del té y del café se forma un apetito por el tabaco (Testimonies, tomo 3, pág. 563).
Los alimentos a base de carne y
altamente sazonados, y el té y café cuyo consumo algunas madres fomentan en sus
hijos, 51 sus hijos, los preparan para desear estimulantes más fuertes, como el
tabaco. El uso de éste despierta el deseo
de ingerir bebidas alcohólicas (Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 419).
El alimento preparado con
condimentos y especias, inflama el estómago, corrompe la sangre y prepara el
camino para estimulantes más fuertes.
Produce debilidad nerviosa, impaciencia y falta de dominio propio. Luego siguen el tabaco y la copa de vino
(Signs of the Times, 27-10-1887).
El alcohol y el
tabaco contaminan la sangre de los hombres, y miles de vidas se sacrifican cada
año a estos venenos (Health Reformer, noviembre de 1871).
La naturaleza hace todo lo que
puede para eliminar el tabaco, sustancia venenosa, pero a menudo es
vencida. Renuncia a la lucha para
eliminar al intruso, y la vida se sacrifica en el conflicto (Manuscrito 3,
1897).
Dios requiere pureza de corazón y limpieza personal ahora tanto como cuando dio sus instrucciones especiales a los hijos de Israel. Si Dios fue tan minucioso en exigir la limpieza de aquellos que estaban viajando en el desierto, que estaban casi todo el tiempo al aire libre, no requiere menos de nosotros que vivimos en casas techadas donde las impurezas son más visibles, y que tenemos un ambiente menos saludable.
El tabaco es un veneno de la especie más engañosa y maligna porque tiene
una influencia, excitante primero y luego paralizadora, sobre los nervios del
cuerpo. Es tanto más peligroso porque
sus efectos en el organismo son muy lentos y al principio difíciles de ser
apreciados. Multitudes han caído
víctimas de su influencia venenosa.
Ciertamente se han suicidado mediante este lento veneno. Preguntarnos, ¿cuál será su despertar en la
mañana de la resurrección? (Spiritual Gifts, tomo 4, pág. 128).
NO HAY DEFENSA.
La intemperancia de cualquier
especie es como un grillete que tiene asidos a los seres humanos. Los embriagados por el tabaco se están
multiplicando. ¿Qué diremos de este mal?
Es sucio; nubla la mente; embota los sentidos; encadena la voluntad;
mantiene a sus víctimas en la esclavitud de hábitos difíciles de vencer; tiene
a Satanás por abogado. Destruye las
claras percepciones de la 52 mente de
manera que el pecado y la corrupción no pueden distinguirse de la verdad y la
santidad. Este apetito por el tabaco es
autodestructor. Lleva a un anhelo por
algo más fuerte: los vinos y bebidas fermentadas, todos los cuales son
embriagantes (Carta 102a, 1897).
2. LA INFLUENCIA CONTAMINADORA Y DESMORALIZADORA DEL TABACO.
LO ENCONTRAMOS EN TODAS PARTES.
Doquiera vayamos, encontramos al
aficionado al tabaco que está debilitando mente y cuerpo con su complacencia
favorita. ¿Tienen derecho los hombres a privar a su Hacedor y al mundo del
servicio que les corresponde? . . .
Es un hábito repugnante que contamina al que lo practica y es muy molesto para los demás. Difícilmente podemos pasar a través de una muchedumbre sin que los hombres nos arrojen al rostro su aliento envenenado.
Es desagradable, si no
peligroso, permanecer en un vagón de tren o en una habitación donde la
atmósfera está impregnada de los olores del alcohol y del tabaco (Christian
Temperance and Bible Hygiene, págs. 33, 34).
Mujeres y niños sufren por tener
que respirar en la atmósfera que ha sido contaminada por la pipa, el cigarro, o
el pestilente aliento del que usa tabaco.
Los que viven en esta atmósfera siempre estarán enfermos (Testimonies,
tomo 5, pág. 440).
Los pulmones de los
niños sufren y se enferman al inhalar la atmósfera de una habitación envenenada
por el aliento corrompido del que usa tabaco.
Muchos niños se envenenan inevitablemente al dormir en las camas con sus
padres fumadores. Al inhalar los
efluvios venenosos del tabaco, arrojados de los pulmones y eliminados por los
poros de la piel, el organismo del niño se llena de veneno. Mientras que en algunos niños actúa como un
veneno lento y afecta el cerebro, el corazón, el hígado y los pulmones, que se
van debilitando y desmejorando paulatinamente, en otros tiene una influencia
más directa, produciendo espasmos, ataques, parálisis y muerte repentina.
Los padres adoloridos lloran la
pérdida de sus amados, y se preguntan el porqué de los misteriosos caminos de
Dios, quien los ha afligido tan cruelmente, cuando la Providencia no dispuso la
muerte de esos niños. Murieron mártires
del corrompido deseo de tabaco. 53 Cada exhalación de los pulmones del esclavo
del tabaco envenena el aire a su alrededor (Health Reformer, enero de 1872).
El uso del tabaco y de las
bebidas alcohólicas tiene mucho que ver con el aumento de la enfermedad y el
crimen (Manuscrito 29, 1886).
El uso de licores o
del tabaco destruye los nervios sensitivos del cerebro y obnubila la facultad
de razonar. Bajo su influencia se cometen
crímenes que no se hubieran perpetrado si la mente hubiese estado clara y libre
de la influencia de estimulantes o sustancias que nublan la mente (Manuscrito
38 1/2, 1905).
SATANÁS DOMINA LA MENTE PARALIZADA.
Miles de personas están
continuamente vendiendo vigor físico, mental y moral por el placer del
gusto. Cada facultad tiene su oficio
distintivo, pero todas tienen una relación de dependencia mutua. Si se conserva cuidadosamente el equilibrio,
serán guardadas en acción armoniosa.
Ninguna de estas facultades puede valuarse en billetes y monedas. Sin embargo se las vende por un buen
almuerzo, por alcohol o por tabaco. Paralizadas
estas facultades por la complacencia del apetito, Satanás domina la mente y
lleva a cometer toda suerte de crímenes y maldades (Review and Herald,
18-3-1875).
¿FUMARÁN LAS MUJERES?
Dios no quiere que la mujer se
rebaje a usar esta asquerosa y entontecedora sustancia. Cuán repugnante es el cuadro que uno puede
imaginarse, de una mujer cuyo aliento esté envenenado por el tabaco. Uno se estremece al pensar en los niñitos que
rodean con los brazos su cuello y ponen sus labios frescos y puros sobre los
labios de esa madre, manchados y contaminados por el desagradable fluido y el
olor del tabaco. Sin embargo, este
cuadro resalta como más repugnante porque es menos frecuente que el que ofrece
el padre, el señor de la casa, que se contamina con esta repugnante mala
hierba. No es de extrañar que veamos
niños apartarse del beso del padre al cual aman, y si lo besan no lo hacen en
los labios, sino en la mejilla o en la frente, donde sus labios puros no serán
contaminados (Health Reformer, septiembre de 1877).
Muchas son las tentaciones que acosan por todos lados a los jóvenes para arruinarles el futuro, tanto de este mundo como del venidero. Pero el único camino seguro para jóvenes y viejos es vivir en estricta conformidad con los principios de la ley física y moral. 54 El camino de la obediencia es el único que lleva al cielo.
Los esclavos del
alcohol y del tabaco darían, a veces, cualquier cantidad de dinero, si al
hacerlo pudiesen vencer su apetito por esas complacencias que destruyen cuerpo
y alma. Los que no quieran someter al
dominio de la razón los apetitos y las pasiones, los complacerán a expensas
[del cumplimiento de] obligaciones físicas y morales (Review and Herald,
18-3-1875).
Al atar sobre los hombres el terrible hábito del tabaco, Satanás se propone paralizar el cerebro y confundir el juicio, de manera que no se disciernan las cosas sagradas.
Una vez formado el apetito por esta sustancia
nociva, se apodera firmemente de la mente y de la voluntad del hombre, el cual
está en cautiverio bajo su poder.
Satanás tiene el dominio de la voluntad, y las realidades eternas son
eclipsadas. El hombre no puede erguirse
en la virilidad que Dios le ha dado; es un esclavo del apetito pervertido
(Carta 8, 1893).
Los que aseguran que el tabaco no les perjudica pueden convencerse de su error absteniéndose del mismo durante unos pocos días: los nervios agitados, la cabeza aturdida, la irritabilidad que sienten les probarán que esta complacencia pecaminosa los ha reducido a la servidumbre. Ha vencido el poder de la voluntad. Son esclavos de un vicio terrible en sus resultados (Signs of the Times, 27-10-1887).
EL TESTIMONIO DE LOS QUE VENCIERON.
Al dirigir en cierta oportunidad
la palabra, pedimos que se levantaran aquellos que habían sido adictos al uso
del tabaco, pero que habían dejado de serlo por causa de la luz que habían
recibido mediante la verdad. En
respuesta se levantaron entre treinta y cinco y cuarenta personas, diez o doce
de las cuales eran mujeres. Luego
invitamos a que se levantaran aquellos a quienes los médicos les habían dicho
que sería fatal para ellos dejar el uso del tabaco, porque se habían
acostumbrado tanto a su estímulo artificial que no podrían vivir sin él. En respuesta se levantaron ocho personas,
cuyos rostros indicaban sanidad mental y física (Review and Herald, 23-8-1877).
Padres, amonestad a vuestros
hijos contra el pecado de presunción.
Enseñadles que es presunción alimentar el apetito por el tabaco, 55 el
alcohol o cualquier cosa dañina.
Enseñadles que sus cuerpos son propiedad de Dios. Son suyos por creación y por redención. No son dueños de sí mismos, porque han sido
comprados por precio. Enseñadles que el
cuerpo es templo de Dios y que no debe ser debilitado y enfermado por la
complacencia del apetito.
El Señor no creó la enfermedad y
debilidad que hoy ven en los cuerpos y en las mentes de la raza humana. El
enemigo ha hecho esto. El desea
debilitar el cuerpo, sabiendo que es el único medio por el cual pueden
desarrollarse la mente y el alma para edificar un carácter simétrico. Los
hábitos que son contrarios a las leyes de la naturaleza batallan constantemente
contra el alma.
Dios os llama a hacer una obra
que mediante su gracia podéis hacer. ¿Cuántos cuerpos sanos hay que puedan ser
presentados a Dios como un sacrificio que él aceptará en su servicio? ¿Cuántos
pueden presentarse con la virilidad o femineidad que Dios les ha dado? ¿Cuántos
pueden hacer gala de una pureza de gustos, apetitos y hábitos que pueda
compararse con la de Daniel? ¿Cuántos tienen nervios calmos, mente clara y
juicio sano? (Signs of the Times 4-4-1900).
INCONVENIENTE, COSTOSO, SUCIO.
El uso del tabaco es un hábito inconveniente, costoso y sucio. Las enseñanzas de Cristo, que señalan la pureza, la abnegación y la temperancia, todas reprenden esta práctica corruptora. . . . ¿Es para gloria de Dios que los hombres debiliten las facultades físicas, confundan el cerebro y rindan la voluntad a este veneno entontecedor? (Christian Temperance and Bible Hygiene, págs. 17, 18).
MIRANDO A TRAVÉS DE VENTANAS
NUBLADAS.
El joven que haya adquirido la
costumbre de usar tabaco habrá contaminado todo su ser. La voluntad ya no tiene la prontitud y la
fuerza que hacían de él, antes que aceptara el veneno del enemigo, una persona
valiosa y en quien podía confiarse. . .No era necesario que su mente decayera. No necesitaba haber perdido la inspiración
que viene de Dios. Pero cuando el agente
humano trabaja en perfecta armonía con el destructor, agitando nervios y
músculos. . . de toda la estructura humana, 56 está dañando la maquinaria
mediante la cual trabaja el intelecto.
Está nublando las ventanas a través de las cuales ve. Lo ve todo bajo una luz pervertida
(Manuscrito 17, 1898).
Al ver a personas que pretendían
gozar de la bendición de una completa santificación mientras eran esclavas del
tabaco y escupían y contaminaban todo a su alrededor, he pensado: ¿Qué tal
sería el cielo si en él hubiera personas que usan tabaco? Los labios que estaban tomando el nombre
precioso de Cristo estaban contaminados por la saliva mezclada con tabaco, el
aliento estaba corrompido por el hedor, y los mismos rasgos denotaban
contaminación; el alma que amaba esa suciedad y se gozaba en esa atmósfera
venenosa, también tenía que estar contaminada.
Las señales exteriores testificaban de lo que había adentro.
Hombres que profesan piedad ofrecen sus cuerpos en el altar de Satanás, y queman el incienso del tabaco a su majestad satánica. ¿Parece severa esta afirmación?
La ofrenda debe ser presentada a alguna
deidad. Como Dios es puro y santo y no
aceptará nada que sea contaminador en su carácter, rechaza este sacrificio
costoso, inmundo y profano; por lo tanto concluimos que es Satanás quien
reclama ese honor (Counsels on Health, pág. 83).
LA PIPA O EL CIELO.
He visto más de un ejemplo del
poder de estos hábitos. Conocí a una
mujer cuyo médico le había aconsejado que fumara como remedio para el
asma. Según las apariencias, había sido
una ferviente cristiana durante muchos años, pero llegó a ser tan adicta a
fumar, que cuando se la instó a renunciar a ese hábito por malsano y
contaminador, se negó terminantemente a hacerlo. Dijo: "Cuando se me presente claramente
el asunto de que debo renunciar a mi pipa o perder el cielo, entonces diré:
'Adiós, cielo'; no puedo abandonar mi pipa". Esta mujer sólo estaba expresando con
palabras lo que muchos dicen con sus actos.
Dios, el hacedor de cielo y tierra, el que creó al hombre y exige todo
su corazón, todos sus afectos, es puesto en segundo lugar después de este
repugnante y contaminador hábito molesto, el tabaco (Carta 8, 1893).
El universo no caído se asombra
que se descarte a Cristo en favor de estas complacencias que destruyen alma y
cuerpo (Carta 8, 1893). 57
Cuando practicamos un régimen de
comida y bebida que disminuye el vigor mental y físico, o somos hechos presa de
hábitos que tienden hacia ese resultado, deshonramos a Dios porque le robamos
el servicio que él exige de nosotros.
Los que adquieren y fomentan el apetito artificial por el tabaco, lo
hacen a expensas de la salud. Están
destruyendo energía nerviosa, cercenando fuerza vital y sacrificando fortaleza
mental.
Los que profesan ser seguidores
de Cristo y tienen este terrible pecado en la puerta, no pueden tener una
elevada apreciación de la expiación y una alta estima de las cosas
eternas. Las mentes que están ofuscadas
y parcialmente paralizadas por sustancias malsanas, son vencidas fácilmente por
la tentación y no pueden gozar de comunión con Dios (Signs of the Times,
6-1-1876).
El apóstol Santiago dice que la
sabiduría que viene de arriba "primeramente es pura". Si él hubiera visto a sus hermanos usar
tabaco, ¿no habría denunciado la práctica como "terrena, animal,
diabólica"? (La Edificación del Carácter y la Formación de la
Personalidad, pág. 24).
Si Pedro estuviera ahora en la tierra, exhortaría a los que dicen ser seguidores de Cristo a abstenerse de los deseos carnales que batallan contra el alma. Pablo pediría a todas las iglesias que se limpiaran de toda contaminación de carne y espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios. Cristo echaría del templo a aquellos que estuvieran contaminados por el uso del tabaco y que mancillaran el santuario de Dios con su aliento tabacal. Diría a esos adoradores, como a los judíos: "Mi casa es casa de oración; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones".
Nosotros diríamos a los tales: Vuestras
ofrendas profanas de tabaco mascado y arrojado, contaminan el templo, y Dios
las abomina. Vuestra adoración no es
aceptable, porque vuestros cuerpos, que debieran ser templos del Espíritu
Santo, están contaminados. Vosotros
también robáis a la tesorería de Dios miles de dólares por complacer el apetito
artificial (Signs of the Times, 13-8-1874).
Los sacerdotes, que ministraban
en las cosas sagradas, recibieron la orden de lavarse pies y manos antes de
entrar en el tabernáculo, 58 a la presencia de Dios, para pedir por Israel,
para que no profanasen el santuario. Si
los sacerdotes hubiesen entrado al santuario con la boca contaminada por el
tabaco, habrían compartido la suerte de Nadab y Abiú. Sin embargo, profesos cristianos se inclinan
delante de Dios en sus familias para orar, con sus labios contaminados por la
suciedad del tabaco. . . .
Hombres que han sido apartados
por la imposición de las manos para ministrar en las cosas sagradas, a menudo
se paran detrás del púlpito con su boca contaminada, sus labios mancillados y
su aliento corrompido por las suciedades del tabaco. Hablan a la congregación en lugar de Cristo.
¿Cómo puede un servicio tal ser aceptable a un Dios santo, que exigía que los
sacerdotes de Israel hicieran preparativos muy especiales antes de entrar a su
presencia, para que su augusta santidad no los consumiera por deshonrarlo, como
en el caso de Nadab y Abiú?
Pueden estar seguros los tales que el poderoso Dios de Israel es todavía un Dios de limpieza. Profesan servir a Dios mientras están cometiendo idolatría, haciendo un dios de su apetito. El tabaco es su ídolo acariciado. Toda consideración elevada y santa debe inclinarse ante él. Profesan ser adoradores de Dios, y al mismo tiempo están violando el primer mandamiento. Tienen otros dioses delante de Jehová. "¡Sed limpios, los que lleváis los vasos de Jehová!" (Spiritual Gifts, tomo 4, págs. 127, 128).
NO CONTAMINARÁ EL TEMPLO DE DIOS.
Dios desea que todos los que creen en él sientan la necesidad de mejorar. Debe aumentarse toda facultad recibida. No debe ponerse a un lado ningún don.
Como labranza y edificio de Dios, el hombre está bajo su supervisión en
todo sentido de la palabra, y cuanto más se familiarice con su Hacedor, tanto
más sagrada considerará su propia vida.
No pondrá tabaco en su boca, sabiendo que contamina el templo de
Dios. No beberá vino o licor, porque,
como el tabaco, degradan todo el ser (Manuscrito 130, 1899).
EL DINERO DE DIOS DESPILFARRADO.
El amor al tabaco es un deseo apremiante. Por él se despilfarran medios que ayudarían en la buena obra de vestir al desnudo, alimentar al hambriento y enviar la verdad a las pobres almas sin Cristo. 59 ¡Qué registro aparecerá cuando las cuentas de la vida sean arregladas en el libro de Dios! Aparecerá que enormes sumas de dinero se han gastado en tabaco y bebidas alcohólicas. ¿Para qué? ¿Para asegurar la salud y prolongar la vida? ¡Oh, no! ¿Para ayudar en el logro de un carácter cristiano y la aptitud para la compañía de los santos ángeles? ¡Oh, no!, sino para fomentar un depravado apetito artificial por aquello que envenena y mata, no sólo a quien lo usa, sino a aquellos a quienes transmite su legado de enfermedad y debilidad mental (ST 27- 10-1887).
TODOS DEBERÁN DAR CUENTA.
Millones de dólares se gastan en estimulantes y estupefacientes. Todo este dinero pertenece por derecho a Dios, y los que de esta forma malversan los bienes confiados por él, algún día serán llamados a rendir cuenta de cómo han usado los bienes de su Señor (Carta 243a, 1905).
LOS QUE USAN TABACO QUE
CONSIDEREN LO QUE HACEN.
¿Habéis considerado vuestra
responsabilidad como mayordomos de Dios respecto a los recursos que están en
vuestras manos? ¿Cuánto dinero del Señor gastáis en tabaco? Recapacitad en lo que habéis gastado así en
toda vuestra vida. ¿Cómo se compara el importe de lo gastado en este vicio con
lo que habéis dado para aliviar a los pobres y difundir el Evangelio?
Ningún ser humano necesita tabaco; en cambio hay muchedumbres que mueren por falta de los recursos que gastados en tabaco resultan más que derrochados. ¿No habéis malgastado los bienes del Señor? ¿No os habéis hecho reos de hurto para con Dios y para con vuestros semejantes? ¿No sabéis que "no sois vuestros? Porque comprados sois por precio: glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios" (El Ministerio de Curación, pág. 253).
APETITO VERSUS AFECTO NATURAL Y
EXIGENCIAS DE DIOS.
Los esclavos del tabaco verán a sus familias sufrir por falta de comodidades de vida y del alimento necesario, pero no tendrán la fuerza de voluntad para renunciar a su tabaco. Los clamores del apetito prevalecen sobre el afecto natural. Los domina el apetito, que tienen en común con las bestias. No progresaría la causa del cristianismo, ni aun de la humanidad, si dependiera de quienes usan habitualmente tabaco y licor. Si tuvieran medios para dedicar solamente en un sentido, la tesorería del Señor no estaría bien abastecida, pero ellos dispondrían de su tabaco y licor. 60 El que idolatra el tabaco no renunciará a su apetito por la causa de Dios (Review and Herald, 8-8- 1874).
TOMANDO LA DELANTERA EN
ABNEGACIÓN, SACRIFICIO PROPIO Y TEMPERANCIA.
El hombre que ha llegado a ser la
propiedad de Jesucristo, y cuyo cuerpo es el templo del Espíritu Santo, no será
esclavizado por el hábito pernicioso del empleo del tabaco. Sus facultades pertenecen a Cristo, que lo ha
comprado con el precio de su sangre. Su
propiedad es del Señor. ¿Cómo, pues, puede quedar sin culpa al gastar todos los
días el capital que el Señor le ha confiado para gratificar un apetito que no
tiene fundamento en la naturaleza?
Una enorme suma se malgasta todos
los años en esta complacencia, mientras que hay almas que perecen por falta de
la palabra de vida. Los profesos
cristianos roban a Dios en los diezmos y las ofrendas, mientras ofrecen sobre
el altar del vicio destructor en el uso del tabaco, más de lo que dan para
aliviar a los pobres o para suplir las necesidades de la causa de Dios. Los que están verdaderamente santificados,
vencerán todo deseo pernicioso.
Entonces, todos estos canales de gastos innecesarios fluirán a la
tesorería del Señor, y los cristianos serán los primeros en la abnegación, el
sacrificio propio y la temperancia.
Entonces serán la luz del mundo (La Edificación del Carácter y la
Formación de la Personalidad, págs. 39, 40).
5. EL PODER DEL EJEMPLO.
LOS MAYORES DAN EL EJEMPLO.
¡Cuán a menudo vemos niños de no más de ocho años fumando! Si habláis con ellos acerca de eso, dicen: "Mi padre fuma, y si le hace bien a él, me hará a mí". Señalan al ministro o al director de la escuela dominical, y dicen: "Si esos hombres buenos fuman, ciertamente yo también puedo fumar". ¿Qué otra cosa podemos esperar de los niños, con sus tendencias heredadas, cuando los mayores les dan ese ejemplo? (Christian Temperance and Bible Hygiene, pág. 18).
POPULARIDAD DEL HÁBITO DEL
TABACO.
Tan poderoso es el hábito una vez
adquirido, que fumar se hace popular. Se
pone un ejemplo de pecado delante de los jóvenes. Debiera explicárselas para eliminar de su
mente todo pensamiento de que fumar no es perjudicial. No se les habla de los efectos 61
perjudiciales sobre las facultades físicas, mentales y morales...
Si un seguidor de Cristo se
aventura a dejarse llevar por la influencia de otros y se conforma a la
disipación que está de moda en el mundo, está bajo el dominio de Satanás, y su
pecado es aún mayor que el de los incrédulos declarados -los impíos- porque él
está defendiendo falsos colores. Su vida
es inconsecuente; mientras profesa ser cristiano, en la práctica está cediendo
a tendencias artificiales pecaminosas que batallan contra la purificación y la
elevación necesarias para el crecimiento espiritual...
Adoptando el hábito, en la práctica están en comunión con el mundo. Todos los tales que pretenden ser cristianos, no tienen derecho a arrogarse ese nombre, porque cristiano es el que se parece a Cristo. Cuando se haga el juicio y todos sean juzgados de acuerdo con las acciones hechas en el cuerpo, ellos verán que han representado mal a Cristo en la vida práctica y que no han sido un sabor de vida para vida, sino un sabor de muerte para muerte. En comunión con ellos habrá una numerosa compañía que se habrá conformado a prácticas viciosas; pero el número no excusará su iniquidad, ni disminuirá su condenación por destruir el poder nervioso del cerebro y la salud física. Todos serán juzgados personalmente. Aparecerán delante de Dios para oír su sentencia (Manuscrito 123, 1901).
CLÉRIGOS QUE FUMAN.
Cuántos hay que son ministros en el sagrado púlpito, ocupan el lugar de Cristo, buscan a los hombres para que sean reconciliados con Dios, exaltan el Evangelio de gracia, siendo ellos mismos esclavos del apetito y estando contaminados por el tabaco.
Están debilitando diariamente el poder nervioso de su cerebro por el uso del sucio tabaco. Y estos hombres pretenden ser embajadores del santo Jesús (Health Reformer, diciembre de 1871).
Nadie puede ser un verdadero ministro
de justicia, y estar a la vez bajo el dominio de apetitos sensuales. No puede complacerse en el hábito de fumar, y
sin embargo ganar almas para la plataforma de la verdadera temperancia. La nube de humo que sale de sus labios no
tiene un efecto saludable sobre los bebedores de alcohol. El sermón evangélico debe provenir de labios
no contaminados por el humo del tabaco. Con labios puros y limpios los siervos de Dios deben contar los triunfos
de la cruz. 62 La práctica de beber licor, té y café y fumar, debe ser vencida
mediante el poder de Dios para convertir.
Nada que contamine entrará en el reino de Dios (Manuscrito 86, 1897).
Cuando los clérigos echan su influencia y ejemplo del lado de este hábito perjudicial, ¿qué esperanza hay para los jóvenes? Debemos levantar más y más alto el estandarte de la temperancia. Debemos dar un testimonio claro y decidido contra el uso de las bebidas embriagantes y del tabaco (Manuscrito 82, 1900).
Muchos de los que acuden al
médico están arruinando su alma y su cuerpo por el consumo de tabaco o de
bebidas embriagantes. El médico fiel a
su responsabilidad debe mostrar a estos pacientes la causa de sus
padecimientos. Pero si el médico fuma o
toma bebidas alcohólicas, ¿qué valor tendrán sus palabras? Al recordar su propia debilidad, ¿no vacilará
en señalar la mancha que ve en la vida de su paciente? Mientras siga él mismo usando tales cosas,
¿cómo podrá convencer a los jóvenes de que ellas tienen efectos perniciosos?
¿Cómo puede el médico dar ejemplo
de pureza y de dominio propio? ¿Cómo puede ser agente eficaz en la causa de la
temperancia, si se entrega a un hábito vicioso? ¿Cómo puede desempeñar
provechoso servicio junto al lecho del enfermo y del moribundo, cuando su
hábito ofende por estar cargado con el olor del alcohol o del tabaco?
Mientras siga trastornando sus
nervios y anublando su cerebro con venenos narcóticos, ¿cómo podrá corresponder
a la confianza que en él se deposita como médico entendido? ¡Cuán imposible le
resultará diagnosticar con rapidez u obrar con precisión!
Si no respeta las leyes que rigen
su propio ser, si prefiere sus apetitos a la salud de su mente y cuerpo, ¿no se
declara inhabilitado para que le sea confiada la custodia de vidas humanas? (El
Ministerio de Curación, pág. 95).
PADRE DESCALIFICADO PARA LAS RESPONSABILIDADES PATERNAS.
Padres, las horas áureas que
deberíais emplear en obtener un conocimiento profundo del temperamento y
carácter de vuestros hijos, y en aprender la mejor manera de tratar con sus
jóvenes mentes, son demasiado preciosas para ser despilfarradas en el
pernicioso hábito de fumar o en holgazanear en la taberna. 63
La complacencia en el uso de este
venenoso estimulante descalifica al padre para criar a sus hijos en la
disciplina y amonestación del Señor.
Dios indicó a los hijos de Israel que los padres debían enseñar a sus
hijos los estatutos y preceptos de su ley cuando se levantaran, cuando se
sentaran, cuando salieran y cuando entraran.
Se presta demasiado poca atención
a este mandamiento de Dios, porque Satanás, mediante sus tentaciones, ha
encadenado a muchos padres en la esclavitud de hábitos indecorosos y de
apetitos perjudiciales. Sus facultades
físicas, mentales y morales están tan paralizadas por estos medios, que es
imposible para ellos cumplir con sus deberes para con sus familias. Sus mentes están tan atontadas por las
influencias estupefacientes del tabaco o el licor, que no se dan cuenta de su
responsabilidad de criar a sus hijos para que tengan el poder moral de resistir
a la tentación, de controlar el apetito, de ponerse de parte de lo correcto, de
no ser influidos por el mal, sino de ejercer una fuerte influencia hacia el
bien.
Por la pecaminosa complacencia
del apetito pervertido, los padres se ponen a menudo en una condición de
excitabilidad o agotamiento nervioso que los incapacita para discriminar entre
el bien y el mal, de dirigir sabiamente a sus hijos y de juzgar correctamente
sus motivos y acciones. Están en peligro
de magnificar enormemente asuntos triviales en su mente, mientras disculpan con
liviandad graves pecados. El padre que
se ha convertido en esclavo del apetito anormal, que ha sacrificado la
virilidad que Dios le ha dado para llegar a ser un adicto del tabaco, no puede
enseñar a sus hijos a controlar el apetito y la pasión. Es imposible que él pueda educarlos por
precepto o por ejemplo. ¿Cómo puede el padre cuya boca está llena de tabaco,
cuyo aliento envenena la atmósfera del hogar, enseñar a sus hijos lecciones de
temperancia y autodominio? . . .
TENIDOS Por Responsables Del
Ejemplo Y La Influencia.
Cuando nos acercamos a los
jóvenes que están adquiriendo el hábito de fumar y les hablamos de su
perniciosa influencia sobre el organismo, con frecuencia se hacen fuertes
citando el ejemplo de sus padres, o de ciertos ministros cristianos, o de
buenos y piadosos miembros de iglesia.
Dicen: "Si no les hace mal a ellos, tampoco me hará daño a
mí". ¡Qué cuenta tendrán que dar a Dios por su intemperancia 64 los
profesos cristianos! Su ejemplo
fortalece las tentaciones de Satanás para pervertir los sentidos de los jóvenes
mediante el uso de estimulantes artificiales; no les parece a ellos una cosa
muy mala hacer lo que respetables miembros de iglesia tienen la costumbre de
hacer. Pero hay sólo un paso del uso de
tabaco al del alcohol: generalmente los dos vicios van juntos.
Miles aprenden a ser bebedores
debido a influencias como éstas.
Demasiado a menudo sus mismos padres les enseñan la lección sin darse
cuenta. Debe realizarse un cambio
radical en las cabezas de las familias antes que pueda hacerse mucho progreso
en librar la sociedad del monstruo de la intemperancia (Health Reformer,
septiembre de 1877).
Como dos males
gemelos, el tabaco y el alcohol van tomados de la mano (Review and
Herald, 9-7-1901).
Los que fuman tienen argumentos
muy pobres para disuadir al adicto al alcohol.
Dos tercios de los borrachos de nuestro país contrajeron el vicio del
licor por el hábito de fumar (Signs of the Times, 27-10-1887).
Los fumadores no pueden ser
obreros aceptables en la causa de la temperancia, porque no son consecuentes
con lo que profesan para ocuparse en la obra de temperancia. ¿Cómo pueden
hablar al hombre que está destruyendo la razón y la vida al beber licores,
mientras sus propios bolsillos están llenos de tabaco, y ellos anhelan estar
libres para masticar, fumar y escupir todo lo que quieran? ¿Con qué solvencia
pueden abogar por reformas morales ante organizaciones de salud y desde
plataformas de temperancia, mientras ellos mismos están bajo la esclavitud del
tabaco? Si quieren tener poder para
influir sobre la gente para que venza su amor por los estimulantes, sus
palabras han de salir con hálito puro y de labios limpios (Testimonies, tomo 5,
pág. 441).
¿Qué Poder tiene el adicto al tabaco para detener el avance de la intemperancia?
Debe realizarse una revolución sobre el problema del tabaco antes que pueda ponerse el hacha a la raíz del árbol.
El té, el café y el tabaco, así como las bebidas alcohólicas, son diferentes grados en la escala de los estimulantes artificiales (Christian Temperance and Bible Hygiene, pág. 34). 65 La Temperancia (GW).
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