Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios;
considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe. Hebreos
13:7
Cada plan y
propósito de la vida debe estar sujeto a esta prueba infalible [la Palabra
de Dios]. La Palabra de la inspiración es la sabiduría de Dios aplicada a los asuntos humanos.
No importa cuán
ventajoso pueda aparecer un
cierto proceder al juicio finito, si está
denunciado por la Palabra de Dios, sólo será malo en sus
resultados.
Quizá
sea difícil que los que ocupan cargos elevados puedan seguir una senda de integridad constante, ya sea que reciban alabanzas o censuras.
Sin
embargo, ésta es la única conducta segura. Toda la recompensa que puedan ganar al vender su honor, será sólo como el aliento de labios contaminados, como la escoria que
debe ser consumida en el
fuego.
Los que
tienen valor moral para
oponerse a los vicios y errores de sus prójimos, que quizá sean de aquellos a
quienes honra el mundo, recibirán odios, insultos e injuriosa falsedad. Quizá sean
expulsados de sus
altos cargos porque no se dejan comprar ni vender, porque no se dejan
influir con
sobornos ni amenazas para que manchen sus manos con iniquidad.
Todo lo que hay sobre la tierra
quizá parezca conspirar contra ellos; pero Dios ha puesto su sello sobre su obra divina. Quizá sean considerados por sus semejantes como débiles, desprovistos de virilidad, incapaces para mantener el cargo.
Pero cuán diferente es el concepto que tiene de ellos el Altísimo.
Los que los
desprecian son... ignorantes.
Aunque las
tormentas de las calumnias y el oprobio puedan perseguir al
íntegro durante toda la
vida y puedan estrellarse contra su tumba, Dios tiene preparado para él el “Bien hecho”.
En el mejor de los casos, la necedad y la iniquidad producirán una vida de inquietud y descontento que terminará angustiosamente.
Y cuántos, al contemplar su conducta y sus resultados, son inducidos a terminar con sus propias manos su desdichada carrera.
Y más allá... aguarda el juicio y la sentencia final
irrevocable: ¡Apártense...!
El Hijo de
Dios ha establecido un ejemplo para todos sus seguidores. No deben procurar la alabanza de los
mortales, ni buscar para sí mismos
comodidad o riqueza...
Deben imitar la vida de pureza y abnegación del Hijo de Dios a
cualquier costo... No Manifestarán
Descuido Hacia Los Derechos de otros.
La ley de
Dios nos ordena que
amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos, que no permitamos que se
establezca el mal contra ellos si lo podemos impedir. Pero la norma que dio Cristo va todavía más allá...: “Que se amen los
unos a los otros, así como yo los
he amado”. Nada menos que esto puede alcanzar la norma del cristianismo. The Signs of the Times, 2 de febrero de 1882. 4CBA
1192. [206]
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