sábado, 27 de noviembre de 2021

07. LAS PRUEBAS DE LA VIDA.

LAS PRUEBAS DE LA VIDA son los instrumentos de Dios para eliminar de nuestro carácter toda impureza y tosquedad. Mientras nos labran, escuadran, cincelan, pulen y bruñen, el proceso resulta penoso, y es duro ser oprimido contra la muela de esmeril. Pero la piedra sale preparada para ocupar su lugar en el templo celestial. El Señor no ejecuta trabajo tan consumado y cuidadoso en material inútil. Únicamente sus piedras preciosas se labran a manera de las de un palacio.

El Señor obrará para cuantos depositen su confianza en él. Los fieles ganarán victorias preciosas, aprenderán lecciones de gran valor y tendrán experiencias de gran provecho.

Nuestro Padre celestial no se olvida de los angustiados. Cuando David subió al monte de los Olivos, "llorando, llevando la cabeza cubierta, y los pies descalzos"*2 Sam. 15:30, el Señor lo miró compasivamente. David iba vestido de cilicio, y la conciencia lo atormentaba. Demostraba su contrición por las señales visibles de la humillación que se imponía. Con lágrimas y corazón quebrantado presentó su caso a Dios, y el Señor no abandonó a su siervo. Jamás estuvo David tan cerca del amor infinito como cuando, hostigado por la conciencia, huyó de sus enemigos, incitados a rebelión por su propio hijo.  

Dice el Señor: "Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete". Apoc. 3:19. Cristo levanta el corazón contrito y refina el alma que llora hasta hacer de ella su morada. 

Más cuando nos llega la tribulación, ¡cuántos somos los que pensamos como Jacob! Imaginamos que es la mano de un enemigo y luchamos a ciegas en la oscuridad, hasta que se nos agota la fuerza, y no logramos consuelo ni rescate. El toque divino al rayar el día fue lo que reveló a Jacob con quién estaba luchando: el Ángel del pacto. Lloroso e impotente, se refugió en el seno del Amor infinito para recibir la bendición que su alma anhelaba. Nosotros también necesitamos aprender que las pruebas implican beneficios y que  no debemos menospreciar el castigo del Señor ni desmayar cuando él nos reprende.

"Bienaventurado es el hombre a quien Dios castiga... 16 Porque él es quien hace la llaga, y él la vendará; él hiere, y sus manos curan. En seis tribulaciones te librará, y en la séptima no te tocará mal".*Job 5:17-19.  

A todos los afligidos viene Jesús con el ministerio de curación. El duelo, el dolor y la aflicción pueden iluminarse con revelaciones preciosas de su presencia.

Dios no desea que quedemos abrumados de tristeza, con el corazón angustiado y  quebrantado. Quiere que alcemos los ojos y veamos su rostro amante. El bendito Salvador está cerca de muchos cuyos ojos están tan llenos de lágrimas que no pueden percibirlo. Anhela estrechar nuestra mano; desea que lo miremos con fe sencilla y que le permitamos que nos guíe. Su corazón conoce nuestras pesadumbres, aflicciones y pruebas. Nos ha amado con un amor sempiterno y nos ha rodeado de misericordia. Podemos apoyar el corazón en él y meditar a todas horas en su bondad. El elevará el alma más allá de la tristeza y perplejidad cotidianas, hasta un reino de paz.

Pensad en esto, hijos de las penas y del sufrimiento, 

y regocijaos en la esperanza. 

"Esta es la victoria que vence al mundo.., nuestra fe". 

1 Juan 5:4. VM. DMJ 15-16.